La encáustica, que deriva del griego enkaustikos (‘grabar a fuego’), es una técnica de pintura que se caracteriza por el uso de cera de abeja refinada y derretida integrada a su vez con un porcentaje variable de resina sirviendo esto como aglutinante de los pigmentos. La mezcla tiene efectos muy cubrientes y es densa y cremosa. La pintura se aplica con un pincel o con una espátula caliente.
Es una técnica muy antigua que tuvo su origen en la antigua Grecia, donde la empleaban para la pintura mural y de caballete. Plinio el Viejo, enciclopedista romano del siglo I describe el uso de la encáustica1 sobre el marfil, técnica a la que ya entonces se consideraba antigua. Da cuenta de que el inicio de la técnica derivaría de la pintura de los barcos con cera para impermeabilizarlos, a los que se agregó color en épocas de guerra. La cera conseguía impermeabilizar la madera consiguiendo con esto que fuese resistente a la sal y a los rigores del tiempo.
También en Egipto se descubrieron unos retratos de gran fuerza expresiva, en sarcófagos de madera, realizados en encáustica, de los siglos I y II.
Esta técnica entra en desuso en el Renacimiento, con el surgiemiento del óleo.
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